Háblale, nada perderás. Tú vida no penderá de un hilo sí no lo haces, o quizás sí. Sabes que las entrañas se te mueven cada vez que camina, su mirada, la voz de terciopelo que impregna tu piel, cala tus huesos roídos por el andar. Háblale, sabes que nada saldrá mal. Es tan sólo una compañera de curso, que se sienta en la fila de la derecha, justo al lado de la ventana, mirando a través de ella como si supiera todos los secretos de este mundo. Una semana y sé que no soy el único. Detrás de mi hay una columna interminable de babosos como yo. Supongo que me mira, tras esas largas pestañas y el mar de sus ojos, me ve, me observa, me analiza, desnuda todo lo que puedo llegar a ser. Y un amigo me aconseja que le hable, no pierdo nada en decirlo, pero no es la hora. La fiesta del viernes será mi primer momento. O el último.
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